Guía para adentrarse en Burgos: qué ver, dónde comer y un par de consejos indispensables para tu viaje

Burgos tiene dos estaciones, la de tren y la de invierno. ¿Es el peor chiste del mundo? Seguramente, junto a algún otro de Jaimito, pero esconde una verdad verdadera, en Burgos hace frío y el cierzo es traicionero. ¿Primer y más importante consejo para disfrutar de una ciudad llena de arte, gastronomía y encanto? La bufanda y el gorro son indispensables de octubre a junio.

Caminar por el Paseo del Espolón disfrutando de las vistas al río Arlanzón mientras te acercas al Arco de Santa María (una de las antiguas doce puertas de acceso que tenía la muralla de Burgos en la Edad Media) es la forma más hermosa de adentrarse directamente en una ciudad monumental que huele a morcilla, vino, cordero y si tienes suerte, a castañas asadas.

¿Segundo consejo? En el Paseo del Espolón, cerca ya del Teatro Principal, se encuentra la librería del mismo nombre. Un encantador espacio que este 2025 ha cumplido nada menos que 118 años de historia. ¡Seguimos! ¿Por dónde? Por la impresionante catedral, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco. De una riqueza inabarcable, que no te pase desapercibida la escalera dorada y el coro del siglo XV elaborado en madera, ambos creados por Diego de Siloé.

¿Se te ha abierto el apetito? Las opciones son infinitas. Las callejuelas que rodean la catedral y que bajan hasta la Plaza Mayor están repletas de bares, unos más tradicionales y otros más modernos, pero todos perfectos para comer unos pinchos. Eso sí, existen dos bocados tan típicos que no deberías perdértelos: el cojonudo y la cojonuda. Los dos llevan pan, pimiento de piquillo y huevo de codorniz, la única diferencia es que uno lo acompaña de chorizo y el otro de morcilla. Éxito asegurado.

El Museo de la Evolución, el Monasterio de las Huelgas, la plaza de San Juan o la Casa del Cordón, son otros de los lugares que deberían estar en tu lista de cosas que hacer cuando visites Burgos.

¿El último consejo? Un buen homenaje en Casa Ojeda y una copa en El Patillas. En el primero degustarás un cordero increíble y en el segundo contemplarás una institución de la cultura popular burgalesa, un garito que odia el minimalismo y en el que cualquiera puede coger la guitarra y arrancarse a cantar por soleares. ¡Disfruta del viaje y lleva chaquetina!

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